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Noche en los jardines del palacio de Oriente II

Entre esos arbustos, al fondo del pequeño laberinto, vi un hombre que discretamente buscaba introducirse en su improvisado hogar. Al pasar cerca desde fuera se puede escuchar una tos grave que nadie oye porque tampoco imaginan que en esos setos pueda vivir alguien. La tos era grave y casi sarcástica, como si fuera la respuesta al deseo del niño que pasaba al lado, diciéndole a su madre que ojalá nevase.